sábado, 7 de abril de 2012

"Anti sistema radicales": mucho más que alborotadores

Cuando los grupos anti-sistema radicales ponen patas arriba la ciudad, los medios de comunicación se refieren a ellos como radicales violentos que se divierten quemando contenedores, como alborotadores que quieren crear el caos por divertimento. Nada más lejos de la realidad.

Los grupos anti-sistema que emplean la violencia material  saben muy bien lo que hacen y para que lo hacen. Utilizan tácticas de guerrilla urbana estudiadas y calculadas para crear el desconcierto y el caos en la ciudad durante horas.

Aprovechan la red para organizar manifestaciones y establecer contactos con grupos afines en otras partes del mundo. Todo ello con un claro objetivo: erosionar o derrocar el sistema neoliberal y sus abusos.

Un sistema que puede tener algunas ventajas como un mayor avance tecnológico y de bienestar pero que provoca también la precariedad laboral, el abuso de las multinacionales, el rapto de la clase política por los mercados y una sociedad apática de consumidores y no de ciudadanos.


 Con la disolución de los regímenes comunistas y el avance de la tecnología de la información surgió un nuevo tipo de sociedad, la Sociedad Red. Un sistema social que erosiona por sí solo las jerarquías verticales clásicas del siglo XX y que permite una mayor organización ciudadana de grupos heterogéneos que reclaman voz propia y capacidad de decisión real.

Los tiempos del protagonismo de los grandes sindicatos y las organizaciones de trabajadores como representantes de las clases trabajadoras han pasado a la historia en  favor de pequeños grupos que golpean los cimientos del sistema.
Tal y como describen los expertos en nuevos movimientos sociales, éstos grupos se organizan en red, carecen de líderes visibles y se crean para lograr un objetivo, desapareciendo cuando lo han conseguido.

Muchos de ellos golpean el sistema para tratar de encauzarlo hacia sus intereses, otros quieren derribarlo para refundarlo y democratizarlo con una organización económica sin propiedad privada, en donde los trabajadores autogestionen la producción y sus beneficios de modo cooperativo.
Y uno de esos grupos son los movimientos anti-sistema “radicales” de origen anarquista, que creen que la violencia material es una herramienta útil y legítima para crear el desconcierto y hacer temer a los de arriba. 

Pero estas élites también crean el miedo a su manera. Asustan a los ciudadanos con verdades absolutas que hablan de la necesidad de flexibilizar el empleo o de recortar el gasto, aumentan la presencia y la violencia policial en las calles y elaboran restrictivas leyes de manifestación.  Y sabedores de ello, ante cada abuso, los “antisistema” ofrecen su propia respuesta.
En definitiva son hijos y productos de la globalización que sufren el miedo al porvenir y a la precariedad. La mayoría de sus integrantes son personas altamente formadas en campos como la economía, la sociología o la historia.

Sin embargo, su método de lucha crea graves molestias a los ciudadanos , se pierden bienes públicos y convierten la ciudad en un caos.
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