Tras un parón de 12 años en el poder, el que fuera el partido
hegemónico en México durante casi setenta años volverá al gobierno de la
mano de Enrique Peña Nieto, un candidato que asombra en sentidos opuestos.
Somos una nueva generación, ya no hay regreso al pasado”
afirmaba Nieto tras la victoria de ayer en las elecciones presidenciales por un margen del 6% frente al
candidato de la coalición izquierdista, López Obrador.
Peña Nieto se presentaba antes de las elecciones como la
verdadera oportunidad del PRI para volver al poder tras doce años de gobierno
del conservador PAN. Las reformas institucionales pendientes, el aumento de la
violencia ligada al narcotráfico y el empobrecimiento de más de doce millones
de personas bajo el mandato del anterior gobierno conservador dejaban una
oportunidad de oro para llegar a la presidencia tanto para el candidato del PRI
como para el querido López Obrador de la coalición izquierdista PRD.
El gran avance de la
coalición de liderada por Obrador, que se ha quedado a tan sólo seis puntos de
la presidencia y ha obtenido la victoria en la cámara de DF y en estados
importantes de la unión como Tabasco, Guerrero, Veracruz, Oaxaca… así
como el apoyo de gran parte de los jóvenes mexicanos, no ha sido capaz derrocar a un PRI ha
sabido y podido explotar mejor el descontento de la sociedad mexicana.
Su candidato, Peña Nieto se
ha presentado como un “pragmático sin ideología” que “ha roto con el pasado del PRI”
prometiendo “una democracia con resultados” en la que afirma, se llevará a cabo
una reforma fiscal que baje los impuestos, una reforma laboral que impulse el
empleo, una feroz lucha contra la violencia y la corrupción y la apertura a la inversión
extranjera del monopolio de Pemex, la empresa nacional de Petróleo.
Como afirma el periodista
mexicano Jorge Zepeda Patterson: “hay algo del PRI en el ADN
colectivo de los mexicanos” tras setenta años en el poder, por eso los
electores han preferido un candidato que aunque representa sin duda el pasado,
ofrece una mayor confianza para poder realizar grandes cambios que transformen
el país gracias la confianza de la experiencia y al el peso institucional que
sólo el PRI puede ofrecer. Todo ello a pesar del oscuro pasado de
autoritarismo y corrupción de un partido que gobernó México durante sesenta y
ocho años en una verdadera dictadura blanda.
Pero también gran parte del
éxito cosechado por Nieto su se deba al apoyo en esta campaña de la mayoría de
canales de televisión, sobretodo por parte de Televisa. La propia oposición ha
visto a Peña Nieto como un simple candidato telegénico para gustar a las masas
fabricado por el PRI y Televisa, la principal cadena del país.
Y es cierto es que ante
todo Peña Nieto es imagen. A pesar de ser licenciado en Derecho, se trata de un
hombre con muy poca formación intelectual. En la reciente Feria del Libro de
Guadalajara fue incapaz de citar tres librosque hubiera influido en su vida.
También se dice que nunca participó en los debates intelectuales de su partido.
Sin embargo, Nieto también es un hombre idóneo para la alta
política. En palabras de “un viejo priista” recogidas por el corresponsal
de ElPaís, Luis Prados “Nieto tiene más de cabrón que de bonito”.
El próximo presidente ha sabido deshacerse y domar a sus
adversarios dentro del partido y se ha rodeado de las viejas élites del PRI. Su
gran imagen, que le ha convertido en un ícono para millones de mujeres, su
pragmatismo y quizás su capacidad para ser moldeado por los viejos priistas le
han convertido en el candidato perfecto para el consenso, tanto dentro del PRI
como en todo México.
Sin embargo, tampoco tendrá las cosas fáciles para realizar los
cambios que pretende pues tendrá que lidiar con un gobierno de izquierdas en DF
y con una cámara tripartita en la que no tendrá mayoría suficiente para
sacar adelante por sí solo todas sus propuestas. El PRI tendrá que hacer
grandes pactos con el PAN y la izquierda para llevar a cabo las reformas
fundamentales que requerirán en muchos casos dos tercios de la cámara.